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El papel del traductor – Arias y Morillas

Introducción

Este libro abarca gran cantidad de temas de la traducción que en algún momento han sido motivo de reflexión. Está formado por treinta capítulos escritos por diferentes especialistas que exponen sus meditaciones traductológicas.

En los primeros ocho capítulos se habla de la teoría y el método de la traducción.

Los autores de los capítulos que van del nueve al trece, reflexionan a cerca de la historia de la traducción.

Los capítulos del catorce hasta el veintidós son un análisis de traducciones hechas principalmente en inglés, aunque también se estudian obras en italiano, francés y en algunas ocasiones se hacen referencias al árabe.

Por último, los capítulos del veintitrés al treinta se centran en reflexiones de ciertos autores acerca de temas específicos de la traducción.

Ofrece un número enorme de pautas, normas, bases, reglas, que es necesario conocer para llevar a cabo una correcta traducción. También cuenta los numerosos problemas que surgen en la traducción de diferentes idiomas y que han aparecido durante la historia de la traducción, y cómo han sido solucionados.

Resumen

Capítulo 1: El traductor en su jaula: hacia una pauta de análisis de traductores
Por Salvador Peña

El autor presenta reflexiones y comprobaciones encaminadas al desarrollo de una pauta completa para afrontar el estudio de traducciones.

Salvador Peña afirma que el desarrollo de la teoría de la traducción dependerá en buena medida del grado y extensión de nuestro conocimiento de los objetos implicados: Los sujetos, los objetos, el tipo de traducción, el traductor, el marco de la traducción, las barreras, la invisibilidad del traductor, la fidelidad: los derechos del original, el factor tiempo, los puntos en observación, la valoración y la recepción.

Capítulo 2: Del “conocimiento del mundo” al discurso ideológico: El papel del traductor como mediador entre culturas
Por Ovidio Carbonell Cortés

El propósito del autor es comentar la responsabilidad, las amplias posibilidades de alteración, reinterpretación y manipulación del sentido original que tiene el traductor como intérprete de culturas. Su comentario aborda diversos aspectos que desembocan en una visión más positiva del traductor que la tradicional (el traductor es un traidor). El traductor viene a ser un mediador cuyo estímulo es imprescindible.

Capítulo 3: Re-belle et infidèle o el papel de la traductora en la teoría y práctica de la traducción feminista
Por Ioanna Nikolaidou y María López Villalba

“Puesto que el yo que traduce inscribe su saber, sus elecciones, sus intenciones, sus convicciones en el texto que se reescribe, la traducción puede ser un legítimo instrumento político”. Con esta afirmación se marca la perspectiva desde la cual la traducción feminista debe ser considerada. Estas traductoras conciben su labor como un proyecto cultural y político, ya que la lengua es parte del poder político e ideológico de los dominadores.

Capítulo 4: El traductor como hermeneuta
Por M.ª Carmen África Vidal Claramonte

La traducción es “una forma hermenéutica”, es una teoría de la comprensión que consiste en tomar conciencia de lo que ocurre realmente cuando algo se ofrece a la comprensión de alguien y cuando ese alguien lo comprende.

La tarea del traductor es una labor de acercamiento a una ideología. Es intentar captar la esencia de la otra lengua y de lo que representa.

Capítulo 5: Traduction et divilisation: Fonctiones de la traduction et “degrés” de civilisation
Por Jean-Claude Gémar

Este capítulo no ha sido traducido. En resumen, explica que la traducción es civilizadora a pesar de sus límites, explicados a lo largo del capítulo. Es la clave de la cultura.

Capítulo 6: La traducción como piedra de toque de la edición
Por Federico Corriente

El autor cree que la traducción no puede ser buena si no se basa en una buena edición. Del mismo modo, algo parece también impedir que la labor de editar un texto tenga éxito, si no se apoya simultáneamente en una traducción elaborada.

Capítulo 7: Las mil y una noches: un ejemplo de traducción-edición
Por Dolors Cinca Pinós

Este capítulo está estrechamente relacionado con el anterior, ya que compara los problemas de la traducción dependiendo de la edición, con la dificultad que supone traducir esta obra.

Capítulo 8: ¿Perro no come perro? Sobre la necesidad de un análisis de traducciones del árabe
Por S. Peña, M. Feria y J. P. Arias

Podría parecer que este capítulo es una descripción de la situación de la traducción del árabe en España, pero no es así. El autor hace un análisis de traducciones del árabe al español.

Capítulo 9: Traductología anglosajona durante la Edad Media y el Renacimiento
Por Lidia Taillefer

La autora hace una distinción entre los diferentes tipos de traducción (religiosa o secular) y las diferentes lenguas de partida con que se trabaja, y las relaciona con la época en la que se llevan a cabo.

Capítulo 10: Juan de Mena traductor
Por Francisco Ruiz Noguera

El autor habla de la traducción a lo largo de diferentes etapas y destaca la importancia de Juan de Mena, cuya obra difícilmente se puede entender sin tener en cuenta la función que la traducción desempeña en la literatura humanística, y más concretamente si se ignora su labor como latinista y traductor.

Capítulo 11: Los inicios de la traducción literaria en el siglo XIX árabe y la cuestión del estilo narrativo
Por Sasson Somekh (Trad. J. P. Arias)

Somekh habla de dos modelos y dos corrientes estilísticas en literatura traducida: en primer lugar, el estilo puede considerarse neoclásico y está representado por Tahtawi. A continuación, hablamos de un estilo relativamente distanciado de los procedimientos clásicos habituales, y está representado por Bustani.

Capítulo 12: Victor Hugo y sus traductores españoles en la encrucijada política
Por Francisco Lafarga

El autor explica la situación de los traductores en el ámbito político y económico a lo largo de la historia. Se centra en “el papel del traductor como defensor/difusor de una ideología”.

Capítulo 13: Las Orientales de Pedro Lahitte [te]: una traducción ¿exótica? Del XIX
Por M.ª Paz Torres Palomo

En este capítulo se comenta la importancia de la publicación del libro Orientales. Colección de poesías traducidas directamente del arábigo en verso castellano, ya que es un libro traducido sin intermediario, de manera que no se repercute en la fidelidad final.

Capítulo 14: “Perder y no ganar”: El Mercader de Venecia traducido por Vicente Molina Foix
Por Juan Jesús Zaro

Juan Jesús Zaro utiliza como ejemplo El Mercader de Venecia, de William Shakespeare, para explicar la dificultad de traducción de una obra antigua, los problemas con los que se encuentra el traductor a la hora de intentar convertir esa lengua a una lengua actual.

Capítulo 15: Il teatro arabo in Italia: traduzione o adattamento?
Por Mónica Ruocco

Éste capítulo escrito en Italiano tampoco ha sido traducido. Cuenta cómo muchos autores teatrales dejaron de lado el teatro occidental, el clásico y el contemporáneo por el árabe. Como las traducciones del árabe eran escasas, estas representaciones no fueron abundantes.

Capítulo 16: El dilema de Fernaces y la traducción de la ironía
Por Vicente Fernández González

Se trata de un comentario de la ironía de la obra de C. P. Cavafis Poesías Completas comparada con la ironía de traducciones posteriores de esta misma obra.

Capítulo 17: La crisis de la diacrisis o la cursiva mal traducida
Por Miguel Duro Moreno

El autor hace una diferencia entre diacrisis y diacrítico, y habla de los problemas de los caracteres cursivos a la hora de traducir del inglés al español, ya que mientras en inglés se utiliza la cursiva para dar énfasis a una palabra, en español se usa mucho menos. Propone soluciones para conseguir una buena traducción de la cursiva: la transformación de los caracteres cursivos en redondos, la modulación, la repetición, el calco y las comillas.

Capítulo 18: El peso de la ausencia: el papel del traductor en la adaptación al español de los títulos de largometrajes en inglés
Por Óscar Jiménez Serrano

Óscar Jiménez Serrano hace una crítica a la traducción de títulos de largometrajes, que, como bien dice, “en lugar de una auténtica traducción, lo que se produce es más bien una adaptación”.

Capítulo 19: La traducción en la prensa: los artículos de opinión
Por María José Hernández Guerrero

No nos paramos a pensar en la importancia del traductor en los medios de comunicación. En este capítulo se analiza el papel de una traducción en el periódico, más concretamente, en el diario El Mundo.

Capítulo 20: De la terminología a la ideología: el papel del traductor de textos jurídicos
Por Manuel Feria y Sebastián Escámez

El principal objetivo del traductor de textos jurídicos es la fidelidad.

En este artículo se plantean dos asuntos: a qué le es fiel un texto jurídico y qué tipo de relación se establece entre la fidelidad y el papel que el traductor desempeña.

Capítulo 21: Traductor, confeso y mártir: ocho versiones del Corán en español
Por Juan Pablo Arias

El objetivo de este trabajo es describir cómo, en la traducción de textos religiosos, los valores y creencias del traductor o de su comunidad interfieren en su labor casi de forma irremediable.

Capítulo 22: Género, estilo y traducción: Beltenebros, de A. Muñoz Molina, en italiano
Por Esther Morillas

La autora se centra en las cuestiones de estilo de la traducción al italiano de la obra Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina, y termina con algunas reflexiones sobre el carácter de la traducción.

Capítulo 23: De la literatura al cine
Por Antonio Giménez-Rico

La pregunta que se plantea es cómo conseguir una buena y fiel adaptación. Lo primero que dice el autor es que no todas las obras literarias pueden convertirse en cine y termina explicando que no sería correcto establecer unas normas para conseguir la transformación de la literatura al cine.

Capítulo 24: La traducción literaria
Por Miguel Sáenz

El traductor literario debe ser capaz de hacer que todos los personajes de la obra se entiendan. A parte de cambiar el idioma de escritura, su labor es que el lector comprenda todos los aspectos de la cultura en la que se basa la obra.

Capítulo 25: De la labor del traductor
Por Francisco Osuna Lucena

Para traducir un texto no basta con conocer las lenguas, hay que tener información acerca del tema del texto original.

El traductor tiene que alejarse de la subjetividad centrándose en los contenidos.

Capítulo 26: Breve nota sobre el papel del traductor de material televisivo en España
Por Xosé Castro Roig

El autor dice que es habitual que los profesionales de la traducción se quejen de la baja calidad de la traducción de las películas en España, y afirma que los principales problemas son: la urgencia, ya que en determinadas ocasiones se pide que la traducción de una película esté lista en veinticuatro horas, las bajas tarifas, la falta de revisión y la diversidad de contextos.

Capítulo 27: Los compromisos del traductor a propósito de un ejemplo literario
Por Isidro Pliego Sánchez

En este capítulo se explican los dos elementos que forman el texto traducido: el compromiso de fidelidad semántica y el elemento creativo. También aparecen 12 reglas para la traducción según Savory.

Capítulo 28: En torno a unan traducción española de Sírat Madina (Memoria de una ciudad) de Abderrahmán Munif.
Por Mariluz Comendador y Luis Miguel Cañada

El objetivo de éste artículo es explicar algunos ejemplos que llevaron a elegir unas soluciones u otras a la hora de resolver los problemas que aparecieron en la traducción de Sírat Madina.

Capítulo 29: Jaque al jeque o de la traducción y la edición de literatura árabe contemporánea en español
Por Gonzalo Fernández Parrilla

La finalidad de este capítulo es hacernos entender que las convenciones vigentes al traducir literatura árabe contemporánea al español dependen de las normas que rigen el quehacer académico y la edición filológica de textos clásicos, y no se ajustan ni a las exigencias del mercado editorial ni a la realidad de esa literaturas.

Capítulo 30: El retorno de las palabras exiliadas
Por Malika Embarek

Esta autora expone brevemente su experiencia con la traducción al castellano de la literatura magrebí de expresión francesa.

Conclusión

Durante toda la historia, la labor del traductor no solo no ha recibido el prestigio que merece por parte de los lectores y escritores, sino que siempre ha estado asociada a una imagen con cierto carácter traidor, llegando muchos incluso a ser condenados a morir en la hoguera por herejes.

Es a partir de los años sesenta cuando se pone de manifiesto la importancia del estudio de la traducción.

La traducción ha existido siempre, quizás sea esa la razón por la que no nos damos cuenta de su importancia en nuestro día a día. Una buena traducción es la esencia de un libro, película, conferencia, manual de instrucciones, etc.

Hoy en día, la imagen de impostor de la que hablábamos ha sido muy difuminada, pero el trabajo de la traducción no está totalmente reconocido. Las traducciones hacen posible el descubrimiento de nuevos mundos.

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La literatura marcada: problemas de traducción y recepción ejemplificados a través del teatro popular vienés – Albadalejo

Introducción


En este libro se hace un estudio de la literatura marcada y su dificultad a la hora de ser traducida; para ello, hay que atender primero a diversos aspectos que condicionan y caracterizan a este tipo de textos. Antes de analizarlos, merece la pena hacer una aclaración de qué se entiende por literatura marcada. Con este término se hace referencia a aquellos textos literarios que, lingüística y culturalmente, muestran unas características específicas diferentes a los de la mayoría de las obras literarias. El autor usa esta expresión para indicar su especificidad respecto de la literatura convencional de carácter culto.De esta forma, siguiendo con los aspectos diferenciadores de este tipo de textos, el autor hace un estudio y una explicación previa de las características que afectan a este tipo de literaturas, como son los rasgos diacrónicos, los diatópicos, diaestilísticos o hechos históricos y culturales; poniendo como ejemplo la literatura marcada de Viena y Alemania, además de los acontecimientos acaecidos tanto en Austria, como en Alemania (ya que la historia de ambas está claramente interrelacionada) o la de España.

El libro está formado por tres partes (Introducción, parte analítica y parte aplicada) visiblemente relacionadas entre sí, pero merece la pena realizar un análisis en conjunto, sin separarlo en partes, ya que están muy interrelacionadas entre sí.

Resumen


Comienza el autor, en la primera parte, nombrando los términos con los que se va a referir a la literatura marcada en contraste con la no marcada con el fin de que el lector se familiarice con ellos. Tras ello, se dispone a analizar los distintos modelos surgidos a lo largo de la historia que estudian las variaciones dentro de las lenguas, para después considerar su validez a la hora de ser usado en el proceso de traducción.

Entre los modelos considerados, el autor hace una especial valoración al elaborado por Gfirtner que adquiere el nombre de índice silábico. Este establece una relación entre el número de sílabas articuladas y el grado de dialectalidad de un texto; de manera que, cuánto más se pierdan las sílabas articuladas, más grado de dialectalidad existe, ya que las elisiones muestran una relación con el resto de indicios de los demás niveles de la lengua.

A pesar de ser un método muy útil, Juan A. Albadalejo encuentra dos problemas en él a la hora de la traducción: el primero de ellos es que, comparando al alemán y al español, encontramos un mayor número de supresión de vocales en el caso alemán que en el español, donde las marcas de dialectalidad se suelen dar con las pérdidas de consonantes; por lo tanto, la pérdida de sílabas en la lengua alemana es superior a la española; y el otro problema que vio es que la aplicación de este método en traducción implicaría unos conocimientos en los traductores casi superiores a los de los propios escritores, ya que ellos usan la marcación de manera aleatoria y no analizada; además de que la traducción se convertiría en un ejercicio matemático-estadístico.

Como solución a ello, el autor propone un nuevo método basado en el de Gfirtner, que permita un mayor acercamiento y relación entre las lenguas germana y española: el índice fonemático.

Este método no tiene solo en cuenta las pérdidas de sílabas sino de todos los elementos en general, por lo que responde mejor a las diferencias formales entre el alemán y el español. Al aumentar el campo de estudio y análisis, se consigue que los resultados puedan ser más fiables.

A pesar de haber mejorado la correspondencia entre estas dos lenguas con este nuevo método, sigue siendo demasiado detallado por lo que, nuevamente, el autor propone la aplicación del principio del índice fonemático.

De esta forma, solo se recurre al índice fonemático de forma aproximativa. Por otro lado, el autor ha elaborado una clasificación del proceso traductor, basada en clasificaciones dadas anteriores, que tiene como fin lograr un análisis de la literatura marcada. “El principio del índice fonemático y la clasificación de la literatura marcada permiten un análisis de los textos marcados cuyos resultados proporcionan al traductor los datos necesarios para adoptar una determinada estrategia y emplear los recursos adecuados a esta”.

Siguiendo la teoría del contraste, se determina cuál es la tipología del texto marcado y su grado de coloquialidad-dialectalidad, es decir, en qué medida están presentes en el texto las lenguas coloquiales o los dialectos de la lengua en la que esté escrita (en este caso en el alemán o el español, ya que son las dos lenguas estudiadas).

Al estudiar las literaturas marcadas de estas lenguas (alemán, incluyendo la variedad de Austria, y español) se han observado unas características particulares en cada una de ellas, una vez se ha revisado su evolución histórica y las críticas u opiniones dadas sobre ellas.

Por otro lado, el autor expone su opinión de que, ya que hay una correspondencia fundamental entre el alemán y el español de los recursos a la hora de marcar un texto, se puede crear un argumento con peso suficiente para defender el uso de marcas en la lengua meta (en este caso el español) que representen esos contrastes intralingüísticos que se producen en el texto original. Dicho esto, el autor lleva a cabo la siguiente fórmula:

– A la hora de trasladar un texto original a la lengua meta, el traductor que esté de acuerdo con mantener los rasgos estilísticos y efectos estéticos, estará en todo su derecho de recurrir a unas marcas dialectales similares en la lengua de llegada con el fin de recrear esos contrastes intralingüísticos.

Con esta idea pues, el autor rechaza la concepción de un gran número de traductólogos y críticos que niegan al traductor el uso de recursos expresivos (como, por ejemplo, el uso de dialectos españoles) para trasladar los contrastes correctamente, ya que consideran que el uso de estos es contrario a la solución traslativa convencional. Estos defienden la neutralización de los contrastes lingüísticos mediante la traducción de los textos marcados a la lengua estándar, utilizando la mayor aceptabilidad de esta estrategia traductora para defender su tesis.

Sin embargo, según la opinión personal del escritor, esta postura está basada en un purismo lingüístico que no tiene en cuenta que la literatura marcada no debe guiarse por los mismos parámetros establecidos que la literatura no marcada o tradicional, sino que ambos deberían tener planteamientos traslativos diferentes puesto que sus características y estética son también distintos.

El segundo factor de marcación que supone un problema a la hora de la traducción del teatro popular vienés es el desfase cronológico. El teatro popular vienés tiene su máximo apogeo en el siglo XIX y, por lo tanto, el lenguaje que se usa en esas obras es diferente al utilizado en el presente. El inconveniente a la hora de trasladar estos textos al español, es que la diferencia entre el alemán del siglo XIX y el de ahora es más grande que la existente entre el español del siglo XIX y el actual, provocando problemas a la hora de reexpresión y comprensión. Como claro ejemplo de este hecho tenemos las obras de Nestroy y Raimund, pues en ellas se encuentran grandes problemas a la hora de la reexpresión de sus lenguas no estándar.

A pesar de la dificultad de traducción de estas obras, no es imposible conseguirlo pero, a opinión de nuevo del autor, la traducción debería venir anticipada por un trabajo por parte del traductor de documentación acerca de la lengua en ese momento concreto de la historia, pues esto permitiría tener un mayor repertorio de soluciones ante los posibles problemas que puedan surgir en la traducción así como a la hora de decidir si mantener ciertas marcas de coloquialidad o no.

El tercer factor estudiado por el autor es el denominado diacultura. Este estudia la evolución de la sociedad contemporánea y de aquella que dio luz a las obras. En estas obras encontramos problemas como los arcaísmos. Estos, en el momento en el que se escribieron los textos no eran considerados arcaísmos, pero debido al paso del tiempo ahora hay expresiones que son consideradas “antiguas”. Ante esto, el traductor puede encontrarse ante la duda de si mantener ese arcaísmo en la lengua de llegada o, por el contrario, modernizar el término para facilitar su comprensión puesto que el texto ahora estaría destinado a un público con un lenguaje más actual. Para ello, primero el traductor debe estar seguro de que se trata de un arcaísmo no intencionado, provocado solo por el paso del tiempo, y no uno escrito expresamente por el autor en cuestión.

El autor, por su parte, se decanta por una solución intermedia que respeta el vocabulario propio de la época en la que fue escrito el texto pero que no arcaíza tampoco intencionadamente la expresión lingüística. Aún así, esta solución podría darse junto con una mayor modernización del estado de la lengua o junto con un mayor mantenimiento de los arcaísmos culturales.

Otro factor estudiado es el de los idiolectemas, cuya solución a la hora de traducir no resulta fácil, mucho menos tratándose de textos de autores como Nestroy. Es importante conservar y traducir adecuadamente aquellos rasgos característicos de un autor, por lo que, en este sentido, el traductor debe ser cuidadoso y producir las menores pérdidas posibles, sin alejarse demasiado del texto original. Aún así, y debido a las características específicas de la lengua alemana diferentes a la española, hace muy complicado la traducción de algunas voces o expresiones de los autores alemanes.

Con todo esto llegamos al aspecto más relevante de la investigación de J. A. Albadalejo, que es el problema de tratamiento traductor de los contrastes intralingüísticos. Ante este hecho, el autor recopila una serie de posturas o argumentos diferenciados en relación con las soluciones posibles y sus correspondientes justificaciones:

– La primera postura, que defienden algunos traductores e investigadores, es a la hora de traducir no se pueden o no se deben reproducir en la traducción los contrastes intralingüíticos que presenta el texto original. A pesar de esto, algunos sí que dan importancia a estas marcas en el conjunto de la obra. Como solución, ellos defienden la neutralización mediante el empleo de la lengua estándar.

Como argumentos en defensa de ello, establecen la inequivalencia cuantitativa, la inequivalencia idiosincrásica de los dialectos y la mayor aceptabilidad de la reexpresión de estos (los contrastes intralingüísticos) mediante la lengua estándar.

Ante estos tres puntos, el autor hace una crítica y referencia a cada uno de ellos:

1. Para empezar, opina que la inequivalencia cuantitativa no es un problema de traducción real, ya que la mayoría de los textos marcados solo contienen dos variedades, bien sea la lengua estándar y un dialecto, o la lengua estándar y una lengua coloquial, puesto que los textos con la presencia de varios dialectos no son muy usuales.

2. Respecto al segundo punto, el de inequivalencia idiosincrásica (también denominada cualitativa) opina que realmente esa inequivalencia no existe, y que, quizás, se pueda hablar de una inequivalencia funcional entre dos lenguas, pero sería parcial y no total. Aún así, si se rechazasen los equivalentes funcionales para reexpresar la variación intralingüística, entonces debería rechazarse la labor traductora en su totalidad y debería declararse su imposibilidad, ya que una lengua estándar es un equivalente funcional a otra, y ambas tienen sus diferencias denotativas y connotativas debido a su inequivalencia cultural.

3. Por último, está la idea de una mayor aceptabilidad de la reexpresión de los contrastes intralingüísticos mediante la lengua estándar. De él el autor dice que se basa en postulados falsos, ya que, por un lado, los traductores normalmente no pueden decidir libremente sobre cómo traducir, y, por otro lado, los lectores no pueden decidir entre escoger una versión que haya mantenido los contrastes intralingüísticos o no.

– Otra postura sobre los contrastes intralingüísticos es aquella que opina que se necesitan mantener ya que forman parte del estilo propio del autor y determinan el carácter del texto.

Ante esta posición, hay quien considera que la diferenciación entre las marcas estándar y las no estándar tiene una gran importancia atendiendo a la función que tienen en el texto, así como que la neutralización de estas marcas produce pérdidas significativas. Además de esto, al tratarse de textos literarios, las eliminaciones de los contrastes pueden conllevar una modificación importante del estilo.

Un hecho importante que condiciona la traducción de lenguas no estándar es la carencia de los traductores. En muchas ocasiones se producen dos hechos: una falta de conocimiento comprensivo del sistema lingüístico de la lengua de partida en su conjunto o, por el contrario, de la lengua receptora. En ambos casos, esto provoca problemas a la hora de traducir de manera adecuada. En el primer caso, al no conocer en su totalidad la lengua de partida, el traductor no se hará cargo de este tipo de literatura, mientras que en el segundo, traducirá de manera neutralizadora.

Esto se da a menudo en la traducción alemán-español, debido al fuerte proceso de normalización del español y la residualidad de los lenguajes no estándar en la península, lo que significa que en España los lenguajes no estándar no son muy conocidos y tienen poca influencia por lo que muchos traductores no están acostumbrados a ellos. Junto a esto, el autor destaca el hecho de que en los estudios especializados de traducción no se incluye la variación intralingüística, ni de la lengua materna y mucho menos de la lengua extranjera.

Otros hechos de relevancia son las opiniones y posturas estéticas de los traductores. Desde siempre, se enseña a los traductores que el texto en la lengua de llegada debe parecer un original, por lo que tienen que evitar cualquier término o expresión que provoque cierto desconcierto en el lector. Esta idea es en parte la misma que defendió Ortega y Gasset al hablar del apocamiento del traductor.

A esto hay que añadirle una complicación añadida cuando se trata de textos marcados o con presencia de ciertas variaciones intralingüísticas, que es que estos requieren una aproximación interdisciplinaria. Los dialectólogos, aquellos que estudian los lenguajes periféricos, no suelen estar muy interesados en temas literarios; por otro lado, los investigadores de temas literarios no se muestran muy atraídos por los dialectos; y los traductólogos tampoco se sienten comprometidos para tratar sobre temas propios de los estudios dialectológicos y literarios.

Para finalizar con esto, hay que tener en cuenta que los lenguajes periféricos o no estándar, no tienen una lengua escrita propia, dado que se usan prácticamente de manera oral, por lo que se ajustan y escriben a partir de la lengua estándar. Esto conlleva que, cuando los autores quieren reproducir el habla no estándar, moldean la estándar según consideran más adecuado, sin basarse en ningún parámetro o norma. Es decir, que la marcación que se encuentra en los textos está aplicada de manera aproximada. Con ello, y de acuerdo con la opinión de Albadalejo, no parece razonable que se culpe a los traductores de utilizar ciertos recursos de manera no rigurosa y considerados ilógicos.

Siguiendo con la opinión del autor, la normalización de un texto en la lengua receptora con el fin de acercarse más al lector tan solo provoca un texto no literario, ya que la supresión de los rasgos de agramaticalidad del texto original termina eliminando todas las peculiaridades diferenciadoras del lenguaje habitual.

Dentro del polisistema literario en lengua alemana, el autor considera que se puede hacer una división entre literatura no marcada y literatura dialectal y dialectalmente marcada. La primera de ellas, la literatura no marcada, está fundada en unos parámetros estético-estilísticos tradicionales mientras que la marcada, se somete a unos planteamientos estético-estilísticos diferentes (feísmo). Con ello se desprende la idea de que los textos literarios marcados, siguen una estética distinta a la no marcada. La estética seguida por los textos no marcados recibiría el nombre de bellista mientras que los textos dialectalmente marcados se basan más en una estética feísta.

Por tanto, ¿qué es lo que sacamos en claro de todo esto? Que los criterios a la hora de valorar los textos marcados no deben ser los mismos que los que se utilizan con los textos no marcados, ya que, como hemos visto, responden a estéticas completamente distintas. Llevando a cabo esta distinción a la hora de valorarlos, se efectuaría un cambio en el enfoque y la estrategia traductora: al aplicar sobre textos marcados un criterio más acorde con la estética bellista se producirá una neutralización de las marcaciones; mientras que si se mantiene esa estética “feísta”, se intentarán reproducir los contrastes intralingüísticos en el texto de llegada. “Lo que es válido para el autor tiene que ser válido para el traductor”.

Aún así, el problema de traducción de los dialectos está atenuado ya que se trata de textos escritos y toda transcripción de los lenguajes periféricos que, como ya hemos dicho, son más comunes en la lengua oral que en la escrita, al lenguaje escrito implica pérdidas en la marcación, por lo que le acerca más a la lengua estándar. Con frecuencia, la intención del autor no es calcar el dialecto sino simplemente aludirlo. La solución que el autor plantea es una reducida dialectalidad, ya que esto facilitaría el trabajo del traductor, pues es un argumento a favor de la reexpresión de un texto alemán marcado a través de una versión más bien coloquial del español: dependiendo del grado de dialectalidad se optaría por unos u otros recursos de marcación. Esto permitiría reproducir las marcas intralingüísticas de los textos marcados y evitaría la dificultad de comprensión del lector en la lengua de llegada. Asimismo, el traductor no tendría que documentarse en un dialecto específico en el que traducir esas marcas dialectales, sino que sería suficiente con la utilización de marcas del lenguaje coloquial (no solo marcas léxicas, sino también fonético-articulatorias).

Conclusión


Tras haber expuesto distintas teorías y opiniones, el autor opina que se debería tender a la marcación intralingüística en la lengua de llegada o, al menos, al uso de lenguas coloquiales, como la mejor solución a la hora de traducir textos literarios marcados de lenguas más heterogéneas que la española, como es el caso de la alemana. Por otro lado, durante todo el libro, Albadalejo hace una valoración muy positiva de la literatura vienesa, en especial de los autores Nestroy y Raimund, pese a que, tal y como explica, no son apreciados ni conocidos tanto como deberían en aquellos países cuya lengua no es el alemán a causa de la utilización de los lenguajes periféricos que han provocado grandes dificultades a la hora de traducir sus obras.

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Sobre los diferentes métodos de traducir, Schleiermacher

Introducción

Friedrich Schleiermacher en “Sobre los diferentes métodos de traducir” realiza un estudio sobre la traducción y sus procedimientos más favorables. Muestra las diferencias entre la traducción y la interpretación. Además, analiza las ventajas y desventajas de ciertos sistemas anteriormente utilizados.
También nos enseña las alternativas que tiene el traductor y aquello que este debe tener en cuenta.
Finalmente, reflexiona sobre el propósito de la traducción.

Resumen

El discurso se traslada de una lengua a otra para que este llegue a hombres alejados geográficamente y con el fin de que los productos de una lengua ya desaparecida se conserven en otra.
Dentro de una misma lengua existen dialectos y diferentes niveles de desarrollo de estas lenguas o dialectos. Es más, un discurso varía según su autor y las circunstancias de este.
La traducción es una actividad que además de emplearse en el terreno de las ciencias o las letras, es imprescindible en el comercio entre pueblos y el trato de gobiernos.
En cambio, en nuestra idea de traducción no encaja la realización de esta actividad dentro de la misma lengua, puesto que en este caso la traducción va a depender de nuestro ánimo. Por consiguiente, hay que ceñirse al trasvase de información de una lengua a otra diferente.

Capítulos

DIFERENCIAS ENTRE EL INTÉPRETE Y EL TRADUCTOR

A partir de esta concepción podemos distinguir al intérprete, quien va a llevar a cabo su tarea en el dominio de los negocios, y al traductor como tal, que va a ejercer su labor en el terreno de la ciencia y el arte. Esta definición se asemeja a la que considera la traducción como escrita y la interpretación como oral, por un lado porque las obras científicas y artísticas tienen que tratarse por escrito para que estas perduren, y por otro porque en el ámbito de los negocios, se ha de emplear la forma oral dado que una interpretación escrita en este terreno solo sería el registro de otra oral.
En cuanto a la ciencia y el arte, la traducción va a estar en gran medida relacionada con la interpretación. Pues en este ámbito, cuanto menos muestre el autor original de su personalidad, más se acercará la traducción a la interpretación. Por el contrario, cuanto más se haya mostrado el propio autor personalmente, y más libertad se haya tomado, más esfuerzos va a requerir la tarea del traductor.
En el ámbito de las negociaciones, existen dos tipos: en las que se interpreta, que son convenios verbales de casos concretos de acuerdo con situaciones determinadas, y las negociaciones que sirven para determinar situaciones jurídicas nuevas, las cuales, cuanto menos conocidas sean, más atención va a tener que prestar el traductor. Las negociaciones del primer tipo, van dirigidas a aquellos que conocen la situación y su expresión en ambas lenguas está definida.
Esta distinción se basa en que en el terreno comercial la traslación es casi mecánica porque se tratan objetos cotidianos, surge un uso fijo para cada palabra y aparte de existir correspondencia entre las lenguas, resulta entendible para todo aquel que comprenda el asunto y la lengua. Igualmente, se basa en que en el dominio artístico y científico no suele haber correspondencia entre lenguas, dependiendo de la cercanía. Así pues, en estos ámbitos, es más complicada la traslación porque supone un conocimiento más profundo de las lenguas.
Otra de las diferencias entre la traducción y la interpretación es que al pensar el hablante independientemente y expresarse, se encuentra en una doble relación ante la lengua, y lo que dice solo se entiende si esta relación es bien comprendida. Por una parte, no podemos pensar nada que esté fuera del alcance de nuestra lengua, porque dependemos de ella para expresarnos. Y por otra, aquel que piensa libremente moldea la lengua al producir nuevas formas, y por ello, merece tener más influencia.
Estos discursos superiores y libres, deben ser comprendidos desde el espíritu de la lengua y desde el ánimo que lo produce como su propia obra.
Aún son más sorprendentes los casos en los que los autores poseen esta intelección a la hora de producir textos en una lengua desconocida.
Si bien, para que los lectores comprendan esta intelección, tienen que saber llegar al espíritu de la lengua del escritor original y comprender su extraña forma de pensar y sentir. Por ello, lo mejor que puede ofrecer el autor original es su propia lengua.
Entonces, para conseguir que los lectores comprendiesen estos discursos, se inventaron la imitación y la paráfrasis.


LA IMITACIÓN Y LA PARÁFRASIS

La paráfrasis trata de expresar el valor de la palabra del texto original en la lengua meta mediante determinaciones o acumulación de detalles sueltos. La desventaja de este método sería que no deja ver la impresión vigente en el texto original, eliminando así la manifestación del espíritu de la lengua.
Después, la imitación admite que no se puede reproducir en otra lengua la imagen de una obra maestra del discurso, de manera que haya una correspondencia entre ambas lenguas. Por lo tanto, este procedimiento no pretende hacer que actúe el espíritu de la lengua original, pero sí producir una copia y dar lugar a una sensación similar a la que el original ha ocasionado, sin identificarse con la obra original.
La paráfrasis, debido a que un texto científico no puede ser imitado, se utiliza más en las ciencias, y la imitación más en el arte, porque una obra de arte parafraseada perdería todo su encanto. Ni la paráfrasis ni la imitación están incluidas en nuestro concepto de traducción.


LAS OPCIONES DEL TRADUCTOR

Considerando que las dos partes separadas tienen que encontrarse en un punto medio, el traductor puede emprender dos caminos: el de sustituir el contenido de la obra original por la imagen o impresión que ha obtenido, o el de hacer que la obra auténtica parezca escrita originalmente en la lengua meta por el autor de esta.
En el primer caso, el traductor ha de determinar la clase de intelección de la lengua original que quiere imitar. Este debe realizar una imitación libre y general. Hasta cierto punto, el traductor no puede alcanzar la intelección que obtienen los hombres para quienes todas las lenguas resultan equivalentes y a la hora de leer una lengua extranjera, su lengua materna no influye para nada.
De hecho, la traducción se realiza para aquellos que conocen suficientemente una lengua extranjera, pero aun notan diferencias entre esta y la materna. El traductor trata de proporcionar al lector una imagen semejante a la que procura la lectura de la obra original.
Las traducciones artísticas y científicas presentan una serie de obstáculos: en el ámbito científico, es muy difícil transmitir la impresión conjunta del texto de manera coherente, y, en el dominio artístico, hablando de prosa y poesía se debe transmitir el tono, la disposición del ánimo y el acompañamiento musical. Como esta transmisión en el terreno artístico es muy complicada, el traductor puede optar por la materia ética, aproximándose a la paráfrasis, o puede preferir mantener la métrica y la musicalidad, perdiéndolo todo así para salvar el detalle.
Volviendo a los hombres para quienes la traducción carecía de sentido porque no les era útil, estos, a pesar de su alto nivel de intelección, siempre perciben una ligera sensación extraña. Pues bien, la mayor dificultad que tiene que vencer un traductor, no es sino transmitir correctamente esta sensación de estar ante algo extranjero a sus lectores, ya que, para esto ha de limitarse a los giros del original lo máximo posible.
Al tratar de mantener la sensación extraña de la obra original en la traducción, el traductor se expone a una serie de complicaciones, de ahí que tenga que realizar esta tarea con la máxima precaución posible. De hecho, este procedimiento solo va a triunfar en las lenguas libres, y no en las clásicas.
Asimismo, en este método se tiene que actuar en masa y no aisladamente. Ha de realizarse también un trasplante de literaturas con el fin de que el lector de la traducción llegue al nivel del lector de la versión original. Para realizar esto último, tiene que ser capaz de comprender el espíritu de la lengua como el del propio autor.
En el segundo caso, es decir, el sistema mediante el que el traductor muestra al lector la obra tal y como si el autor mismo la hubiera escrito originalmente en la lengua del receptor, el traductor solo puede llevar a cabo aquello que esté permitido en su lengua y procurar la perfección, pureza, naturalidad y agilidad al escrito como ha hecho el autor en el original.
También es importante saber qué giro habrían tomado los pensamientos del autor si este hubiera tenido la costumbre de pensar y expresarse en otra lengua. Este tipo de traducción es inasequible y sin valor en sí misma, pues a nadie le está unida su lengua solo mecánica y externamente, sino que cada uno produce originalmente en su lengua materna y no puede plantearse cómo habría escrito sus obras en otra lengua.
Es en los pueblos más insignes donde más contribuye la lengua a configurar todo su saber. Pues bien, en otros tiempos, se escribía, filosofaba y hacía poesía en lenguas que no eran la nativa. Esto solo se realizaba cuando en la lengua materna no se podía decir lo mismo, o no podía decirlo el mismo. No obstante, esto significa que no cualquiera puede traducir, y menos a cualquier lengua, sino que depende de ciertas condiciones.
Esto no puede utilizarse como prueba a favor de un método de traducir que quiere mostrar cómo habría expresado el autor en otra lengua lo que ya ha dicho en la propia, pero el caso de leer y escribir originalmente en lenguas extranjeras perece más favorable. Al igual que los hombres pronuncian cosas amables en una lengua extranjera, las piensan directamente en esa lengua. Por el contrario, estas expresiones no proceden del campo en que los pensamientos brotan con fuerza de la raíz profunda de una lengua propia. Más aún, pertenecen al dominio de la interpretación y si se engloban en un conjunto mayor y llegan a escribirse, es posible traducirlas, porque se pueden redactar con igual perfección en otra lengua.
De la misma forma que un hombre pertenece a una patria u otra, también lo hace a un idioma u otro, aunque conozca varias lenguas.
También está bien que aún se siga escribiendo oficialmente en latín, ya que, así se mantiene viva la conciencia de la que fue la lengua materna científica y litúrgica de nuestros antepasados. Sin embargo, aquí apreciamos que solo se tendrá éxito si en estas exposiciones el objeto lo es todo y el modo personal de ver y combinar las cosas, apenas tiene importancia. Sucede igual con las lenguas románicas.
Es verdad que hay una afición libre a escribir en latín o en romance, pero con esta afición no se declara que se puede producir con la misma originalidad en la lengua extranjera que en la propia. De hecho, la producción en lengua extranjera no es auténtica, sino que es el recuerdo de un escritor o estilo determinados.
Por otra parte, si alguien ha pasado de su lengua materna a entregarse a otra, sería una justificación a sí mismo de que no puede defenderse en su primera lengua, pero lo hace correctamente sin burlar la extranjera.
Centrándonos pues en la traducción de lenguas extranjeras, si no es posible escribir originalmente en una lengua extranjera algo que necesite la traducción considerada como arte, tampoco se puede dictar para la traducción la norma de que el traductor debe pensar cómo habría escrito el autor original esto en la lengua del traductor.
Como no hay muchos ejemplos que puedan guiar al traductor, este en numerosos casos está abandonado a su imaginación.
En la traducción, sobre todo en ciencia y arte, el autor original es la madre, y su lengua patria es el padre, con lo cual, la traducción realizada tal y como el autor la habría ejecutado en la lengua meta, sería como un retrato del autor tal y como parecería si su madre lo hubiera engendrado con otro padre.
Encontrar correspondencia entre palabras de distintas lenguas ya es complicado de por sí, pero en el dominio del arte y la ciencia aún lo es más. Es más, aquí más que en otros campos, influye la lengua, puesto que, estas son diferentes incluso en lo más universal, aunque dentro de este sistema de la lengua tiene que desplegarse la sabiduría de cada uno.
Pues bien, si el traductor lo que quiere es mostrar el discurso como si hubiera sido realizado originalmente en la lengua meta, en vez de acomodar la lengua meta a la original, lo que debería hacer es una paráfrasis, pero como así no lograría su cometido, lo que tendría que hacer es adaptar todo el contenido al sistema conceptual de la lengua meta.


LA COMEDIA

Refiriéndonos a la lengua, la comedia es lo más cercano al terreno de la conversación social, además es aquí donde se representan las costumbres de la época y del pueblo. No obstante, la ligereza y la naturalidad en la gracia suponen una gran dificultad en la traducción según el método que acabamos de mencionar, pues toda aproximación a una lengua extranjera, disminuye las virtudes de la representación. También habrá cosas que ni siquiera se puedan expresar, ya que, no serán nativas para el pueblo que se traduce y tampoco significarían nada, entonces, aquí el traductor tiene la opción de cortar, o la de poner en su lugar otra cosa. En cambio, llevar esto a cabo, conduce a la imitación, o a una mezcla que confundiría al lector con su mundo y el extranjero. Si el traductor sigue el otro método, no tiene que realizar estos cambios, porque su lector debe tener en cuenta que el autor ha vivido en otro mundo y ha escrito en otra lengua; por tanto, el traductor solo tiene que atenerse al arte de suplir el conocimiento de este mundo ajeno dejando ver de la manera más transparente posible al original.
Tras lo mostrado anteriormente, observamos la dificultad de conseguir el auténtico disfrute de obras extranjeras con un método que quiere insuflar en la obra traducida el espíritu de una lengua que le es ajena.
La traducción desde el primer punto de vista es la necesidad de un pueblo donde solo una pequeña parte puede adquirir conocimientos sobre lenguas extranjeras, pero desde este punto de vista, la traducción, es más bien un capricho. Esto sería que alguien fuese capaz de llevar a cabo la acción casi imposible de combinar entre sí los espíritus de las lenguas, y, por ello, no es más que un hábil y artificioso juego casi imposible que no se practica habitualmente.
Esto ya no sería traducir, sino que sería más bien una imitación. Su finalidad tampoco sería el goce más genuino de obras extranjeras, sino que sería; en particular poner de manifiesto cómo ciertas expresiones y combinaciones de distintas lenguas están en igual relación con un carácter determinado, y en conjunto ilustrar la lengua con el espíritu peculiar de un maestro extranjero.
Así comprendemos que sólo los grandes maestros puedan trabajar con este método y miren con compasión la actividad de aquellos otros traductores, ya que, creen que son ellos quienes practican el arte y que aquéllos están más bien próximos a la interpretación.
Los antiguos, en este sentido tan estricto, tradujeron poco. Y la mayoría de los pueblos modernos se contentan con la imitación y la paráfrasis.
Por otro lado, una necesidad interna nos ha impulsado a la traducción.
Nuestra lengua solo puede florecer y desarrollarse plenamente a través de contactos con el extranjero. Entonces, la verdadera finalidad de la traducción va a ser que cualquiera pueda disfrutar del conjunto histórico resultante de la unión de tesoros científicos y artísticos ajenos junto con los propios en la lengua de un pueblo.
Asimismo, es importante saber que en la lengua hay mucha belleza gracias a la traducción; que ha desarrollado o rescatado, pues razonamos poco y charlamos demasiado, la manera de escribir estaba también comenzando a hacer esto. Sin embargo, la traducción ha contribuido a restablecer un estilo más severo.
Finalmente, si un día tenemos una vida pública que tiene que desarrollar una sociabilidad más rica de contenido y más atenta al lenguaje que proporcionará espacio libre para el talento del orador, posiblemente necesitaremos menos la traducción para el perfeccionamiento de la lengua

Conclusión

Friedrich Schleiermacher en este ensayo, trata de trasmitirnos aquello que él opina sobre la traducción.
Su obra es muy útil a la hora de diferenciar la traducción de la interpretación ya no solo por la forma en la que estas se suelen reproducir, sino por los temas que deben tratarse en cada una.
Menciona también dos posibilidades en la traducción, sin embargo, estas dos hoy en día son más difíciles de concebir.
Este autor, que hoy nos llega traducido por el insigne Valentín García Yebra, ocupará siempre un importante lugar en la historia de la traducción, porque si en algo todos los traductores están de acuerdo, es en que la traducción perfecta no existe y en que el buen traductor no debe intentar poner en contacto directo al autor original con el lector de la traducción. Ya que esto último es imposible, el buen traductor deberá tratar de conseguir una equivalencia dinámica con su traducción. Es decir, producir la misma sensación en los lectores de la traducción que la que han recibido los lectores nativos.