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Sobre los diferentes métodos de traducir, Schleiermacher

Introducción

Friedrich Schleiermacher en “Sobre los diferentes métodos de traducir” realiza un estudio sobre la traducción y sus procedimientos más favorables. Muestra las diferencias entre la traducción y la interpretación. Además, analiza las ventajas y desventajas de ciertos sistemas anteriormente utilizados.
También nos enseña las alternativas que tiene el traductor y aquello que este debe tener en cuenta.
Finalmente, reflexiona sobre el propósito de la traducción.

Resumen

El discurso se traslada de una lengua a otra para que este llegue a hombres alejados geográficamente y con el fin de que los productos de una lengua ya desaparecida se conserven en otra.
Dentro de una misma lengua existen dialectos y diferentes niveles de desarrollo de estas lenguas o dialectos. Es más, un discurso varía según su autor y las circunstancias de este.
La traducción es una actividad que además de emplearse en el terreno de las ciencias o las letras, es imprescindible en el comercio entre pueblos y el trato de gobiernos.
En cambio, en nuestra idea de traducción no encaja la realización de esta actividad dentro de la misma lengua, puesto que en este caso la traducción va a depender de nuestro ánimo. Por consiguiente, hay que ceñirse al trasvase de información de una lengua a otra diferente.

Capítulos

DIFERENCIAS ENTRE EL INTÉPRETE Y EL TRADUCTOR

A partir de esta concepción podemos distinguir al intérprete, quien va a llevar a cabo su tarea en el dominio de los negocios, y al traductor como tal, que va a ejercer su labor en el terreno de la ciencia y el arte. Esta definición se asemeja a la que considera la traducción como escrita y la interpretación como oral, por un lado porque las obras científicas y artísticas tienen que tratarse por escrito para que estas perduren, y por otro porque en el ámbito de los negocios, se ha de emplear la forma oral dado que una interpretación escrita en este terreno solo sería el registro de otra oral.
En cuanto a la ciencia y el arte, la traducción va a estar en gran medida relacionada con la interpretación. Pues en este ámbito, cuanto menos muestre el autor original de su personalidad, más se acercará la traducción a la interpretación. Por el contrario, cuanto más se haya mostrado el propio autor personalmente, y más libertad se haya tomado, más esfuerzos va a requerir la tarea del traductor.
En el ámbito de las negociaciones, existen dos tipos: en las que se interpreta, que son convenios verbales de casos concretos de acuerdo con situaciones determinadas, y las negociaciones que sirven para determinar situaciones jurídicas nuevas, las cuales, cuanto menos conocidas sean, más atención va a tener que prestar el traductor. Las negociaciones del primer tipo, van dirigidas a aquellos que conocen la situación y su expresión en ambas lenguas está definida.
Esta distinción se basa en que en el terreno comercial la traslación es casi mecánica porque se tratan objetos cotidianos, surge un uso fijo para cada palabra y aparte de existir correspondencia entre las lenguas, resulta entendible para todo aquel que comprenda el asunto y la lengua. Igualmente, se basa en que en el dominio artístico y científico no suele haber correspondencia entre lenguas, dependiendo de la cercanía. Así pues, en estos ámbitos, es más complicada la traslación porque supone un conocimiento más profundo de las lenguas.
Otra de las diferencias entre la traducción y la interpretación es que al pensar el hablante independientemente y expresarse, se encuentra en una doble relación ante la lengua, y lo que dice solo se entiende si esta relación es bien comprendida. Por una parte, no podemos pensar nada que esté fuera del alcance de nuestra lengua, porque dependemos de ella para expresarnos. Y por otra, aquel que piensa libremente moldea la lengua al producir nuevas formas, y por ello, merece tener más influencia.
Estos discursos superiores y libres, deben ser comprendidos desde el espíritu de la lengua y desde el ánimo que lo produce como su propia obra.
Aún son más sorprendentes los casos en los que los autores poseen esta intelección a la hora de producir textos en una lengua desconocida.
Si bien, para que los lectores comprendan esta intelección, tienen que saber llegar al espíritu de la lengua del escritor original y comprender su extraña forma de pensar y sentir. Por ello, lo mejor que puede ofrecer el autor original es su propia lengua.
Entonces, para conseguir que los lectores comprendiesen estos discursos, se inventaron la imitación y la paráfrasis.


LA IMITACIÓN Y LA PARÁFRASIS

La paráfrasis trata de expresar el valor de la palabra del texto original en la lengua meta mediante determinaciones o acumulación de detalles sueltos. La desventaja de este método sería que no deja ver la impresión vigente en el texto original, eliminando así la manifestación del espíritu de la lengua.
Después, la imitación admite que no se puede reproducir en otra lengua la imagen de una obra maestra del discurso, de manera que haya una correspondencia entre ambas lenguas. Por lo tanto, este procedimiento no pretende hacer que actúe el espíritu de la lengua original, pero sí producir una copia y dar lugar a una sensación similar a la que el original ha ocasionado, sin identificarse con la obra original.
La paráfrasis, debido a que un texto científico no puede ser imitado, se utiliza más en las ciencias, y la imitación más en el arte, porque una obra de arte parafraseada perdería todo su encanto. Ni la paráfrasis ni la imitación están incluidas en nuestro concepto de traducción.


LAS OPCIONES DEL TRADUCTOR

Considerando que las dos partes separadas tienen que encontrarse en un punto medio, el traductor puede emprender dos caminos: el de sustituir el contenido de la obra original por la imagen o impresión que ha obtenido, o el de hacer que la obra auténtica parezca escrita originalmente en la lengua meta por el autor de esta.
En el primer caso, el traductor ha de determinar la clase de intelección de la lengua original que quiere imitar. Este debe realizar una imitación libre y general. Hasta cierto punto, el traductor no puede alcanzar la intelección que obtienen los hombres para quienes todas las lenguas resultan equivalentes y a la hora de leer una lengua extranjera, su lengua materna no influye para nada.
De hecho, la traducción se realiza para aquellos que conocen suficientemente una lengua extranjera, pero aun notan diferencias entre esta y la materna. El traductor trata de proporcionar al lector una imagen semejante a la que procura la lectura de la obra original.
Las traducciones artísticas y científicas presentan una serie de obstáculos: en el ámbito científico, es muy difícil transmitir la impresión conjunta del texto de manera coherente, y, en el dominio artístico, hablando de prosa y poesía se debe transmitir el tono, la disposición del ánimo y el acompañamiento musical. Como esta transmisión en el terreno artístico es muy complicada, el traductor puede optar por la materia ética, aproximándose a la paráfrasis, o puede preferir mantener la métrica y la musicalidad, perdiéndolo todo así para salvar el detalle.
Volviendo a los hombres para quienes la traducción carecía de sentido porque no les era útil, estos, a pesar de su alto nivel de intelección, siempre perciben una ligera sensación extraña. Pues bien, la mayor dificultad que tiene que vencer un traductor, no es sino transmitir correctamente esta sensación de estar ante algo extranjero a sus lectores, ya que, para esto ha de limitarse a los giros del original lo máximo posible.
Al tratar de mantener la sensación extraña de la obra original en la traducción, el traductor se expone a una serie de complicaciones, de ahí que tenga que realizar esta tarea con la máxima precaución posible. De hecho, este procedimiento solo va a triunfar en las lenguas libres, y no en las clásicas.
Asimismo, en este método se tiene que actuar en masa y no aisladamente. Ha de realizarse también un trasplante de literaturas con el fin de que el lector de la traducción llegue al nivel del lector de la versión original. Para realizar esto último, tiene que ser capaz de comprender el espíritu de la lengua como el del propio autor.
En el segundo caso, es decir, el sistema mediante el que el traductor muestra al lector la obra tal y como si el autor mismo la hubiera escrito originalmente en la lengua del receptor, el traductor solo puede llevar a cabo aquello que esté permitido en su lengua y procurar la perfección, pureza, naturalidad y agilidad al escrito como ha hecho el autor en el original.
También es importante saber qué giro habrían tomado los pensamientos del autor si este hubiera tenido la costumbre de pensar y expresarse en otra lengua. Este tipo de traducción es inasequible y sin valor en sí misma, pues a nadie le está unida su lengua solo mecánica y externamente, sino que cada uno produce originalmente en su lengua materna y no puede plantearse cómo habría escrito sus obras en otra lengua.
Es en los pueblos más insignes donde más contribuye la lengua a configurar todo su saber. Pues bien, en otros tiempos, se escribía, filosofaba y hacía poesía en lenguas que no eran la nativa. Esto solo se realizaba cuando en la lengua materna no se podía decir lo mismo, o no podía decirlo el mismo. No obstante, esto significa que no cualquiera puede traducir, y menos a cualquier lengua, sino que depende de ciertas condiciones.
Esto no puede utilizarse como prueba a favor de un método de traducir que quiere mostrar cómo habría expresado el autor en otra lengua lo que ya ha dicho en la propia, pero el caso de leer y escribir originalmente en lenguas extranjeras perece más favorable. Al igual que los hombres pronuncian cosas amables en una lengua extranjera, las piensan directamente en esa lengua. Por el contrario, estas expresiones no proceden del campo en que los pensamientos brotan con fuerza de la raíz profunda de una lengua propia. Más aún, pertenecen al dominio de la interpretación y si se engloban en un conjunto mayor y llegan a escribirse, es posible traducirlas, porque se pueden redactar con igual perfección en otra lengua.
De la misma forma que un hombre pertenece a una patria u otra, también lo hace a un idioma u otro, aunque conozca varias lenguas.
También está bien que aún se siga escribiendo oficialmente en latín, ya que, así se mantiene viva la conciencia de la que fue la lengua materna científica y litúrgica de nuestros antepasados. Sin embargo, aquí apreciamos que solo se tendrá éxito si en estas exposiciones el objeto lo es todo y el modo personal de ver y combinar las cosas, apenas tiene importancia. Sucede igual con las lenguas románicas.
Es verdad que hay una afición libre a escribir en latín o en romance, pero con esta afición no se declara que se puede producir con la misma originalidad en la lengua extranjera que en la propia. De hecho, la producción en lengua extranjera no es auténtica, sino que es el recuerdo de un escritor o estilo determinados.
Por otra parte, si alguien ha pasado de su lengua materna a entregarse a otra, sería una justificación a sí mismo de que no puede defenderse en su primera lengua, pero lo hace correctamente sin burlar la extranjera.
Centrándonos pues en la traducción de lenguas extranjeras, si no es posible escribir originalmente en una lengua extranjera algo que necesite la traducción considerada como arte, tampoco se puede dictar para la traducción la norma de que el traductor debe pensar cómo habría escrito el autor original esto en la lengua del traductor.
Como no hay muchos ejemplos que puedan guiar al traductor, este en numerosos casos está abandonado a su imaginación.
En la traducción, sobre todo en ciencia y arte, el autor original es la madre, y su lengua patria es el padre, con lo cual, la traducción realizada tal y como el autor la habría ejecutado en la lengua meta, sería como un retrato del autor tal y como parecería si su madre lo hubiera engendrado con otro padre.
Encontrar correspondencia entre palabras de distintas lenguas ya es complicado de por sí, pero en el dominio del arte y la ciencia aún lo es más. Es más, aquí más que en otros campos, influye la lengua, puesto que, estas son diferentes incluso en lo más universal, aunque dentro de este sistema de la lengua tiene que desplegarse la sabiduría de cada uno.
Pues bien, si el traductor lo que quiere es mostrar el discurso como si hubiera sido realizado originalmente en la lengua meta, en vez de acomodar la lengua meta a la original, lo que debería hacer es una paráfrasis, pero como así no lograría su cometido, lo que tendría que hacer es adaptar todo el contenido al sistema conceptual de la lengua meta.


LA COMEDIA

Refiriéndonos a la lengua, la comedia es lo más cercano al terreno de la conversación social, además es aquí donde se representan las costumbres de la época y del pueblo. No obstante, la ligereza y la naturalidad en la gracia suponen una gran dificultad en la traducción según el método que acabamos de mencionar, pues toda aproximación a una lengua extranjera, disminuye las virtudes de la representación. También habrá cosas que ni siquiera se puedan expresar, ya que, no serán nativas para el pueblo que se traduce y tampoco significarían nada, entonces, aquí el traductor tiene la opción de cortar, o la de poner en su lugar otra cosa. En cambio, llevar esto a cabo, conduce a la imitación, o a una mezcla que confundiría al lector con su mundo y el extranjero. Si el traductor sigue el otro método, no tiene que realizar estos cambios, porque su lector debe tener en cuenta que el autor ha vivido en otro mundo y ha escrito en otra lengua; por tanto, el traductor solo tiene que atenerse al arte de suplir el conocimiento de este mundo ajeno dejando ver de la manera más transparente posible al original.
Tras lo mostrado anteriormente, observamos la dificultad de conseguir el auténtico disfrute de obras extranjeras con un método que quiere insuflar en la obra traducida el espíritu de una lengua que le es ajena.
La traducción desde el primer punto de vista es la necesidad de un pueblo donde solo una pequeña parte puede adquirir conocimientos sobre lenguas extranjeras, pero desde este punto de vista, la traducción, es más bien un capricho. Esto sería que alguien fuese capaz de llevar a cabo la acción casi imposible de combinar entre sí los espíritus de las lenguas, y, por ello, no es más que un hábil y artificioso juego casi imposible que no se practica habitualmente.
Esto ya no sería traducir, sino que sería más bien una imitación. Su finalidad tampoco sería el goce más genuino de obras extranjeras, sino que sería; en particular poner de manifiesto cómo ciertas expresiones y combinaciones de distintas lenguas están en igual relación con un carácter determinado, y en conjunto ilustrar la lengua con el espíritu peculiar de un maestro extranjero.
Así comprendemos que sólo los grandes maestros puedan trabajar con este método y miren con compasión la actividad de aquellos otros traductores, ya que, creen que son ellos quienes practican el arte y que aquéllos están más bien próximos a la interpretación.
Los antiguos, en este sentido tan estricto, tradujeron poco. Y la mayoría de los pueblos modernos se contentan con la imitación y la paráfrasis.
Por otro lado, una necesidad interna nos ha impulsado a la traducción.
Nuestra lengua solo puede florecer y desarrollarse plenamente a través de contactos con el extranjero. Entonces, la verdadera finalidad de la traducción va a ser que cualquiera pueda disfrutar del conjunto histórico resultante de la unión de tesoros científicos y artísticos ajenos junto con los propios en la lengua de un pueblo.
Asimismo, es importante saber que en la lengua hay mucha belleza gracias a la traducción; que ha desarrollado o rescatado, pues razonamos poco y charlamos demasiado, la manera de escribir estaba también comenzando a hacer esto. Sin embargo, la traducción ha contribuido a restablecer un estilo más severo.
Finalmente, si un día tenemos una vida pública que tiene que desarrollar una sociabilidad más rica de contenido y más atenta al lenguaje que proporcionará espacio libre para el talento del orador, posiblemente necesitaremos menos la traducción para el perfeccionamiento de la lengua

Conclusión

Friedrich Schleiermacher en este ensayo, trata de trasmitirnos aquello que él opina sobre la traducción.
Su obra es muy útil a la hora de diferenciar la traducción de la interpretación ya no solo por la forma en la que estas se suelen reproducir, sino por los temas que deben tratarse en cada una.
Menciona también dos posibilidades en la traducción, sin embargo, estas dos hoy en día son más difíciles de concebir.
Este autor, que hoy nos llega traducido por el insigne Valentín García Yebra, ocupará siempre un importante lugar en la historia de la traducción, porque si en algo todos los traductores están de acuerdo, es en que la traducción perfecta no existe y en que el buen traductor no debe intentar poner en contacto directo al autor original con el lector de la traducción. Ya que esto último es imposible, el buen traductor deberá tratar de conseguir una equivalencia dinámica con su traducción. Es decir, producir la misma sensación en los lectores de la traducción que la que han recibido los lectores nativos.