Introducción
Carlos Alvar realiza una exposición de lo que era la traducción en la Edad Media; el intercambio cultural entre pueblos se incrementaba, pero en raras ocasiones se plasmaba en un texto escrito. Entre los s. XIII al XV, el eje de las traducciones era el latín, al que se traducían documentos que se conservaban del griego, árabe, etc. Se analiza la estructura del libro que es una colección de 30 artículos o trabajos sobre traducciones medievales, publicados entre 1987 y 2009.
PARTE I. PRELIMINARES
CAPÍTULO 1. INTRODUCCIÓN
Comienza con una introducción sobre S. Jerónimo y su traducción de una epístola del papa S. Epifanio al obispo Juan de Palestina. En ella se dan pinceladas de las primeras traducciones en las que el desconocimiento de algunos vocablos de la lengua origen del documento, o ciertas interpretaciones del traductor, hacían que los documentos (origen y final o traducido) tuvieran bastantes diferencias. Tanto S. Jerónimo como Horacio o Cicerón no hablaban de “traducir” o “traductores” sino de “interpretar” o “intérpretes”. Las primeras traducciones eran “útiles”, se traducían obras jurídicas, decretos religiosos, sermones y homilías. Se analiza la figura del traductor, persona culta que sabe leer y escribir y que es un clérigo o monje. Casi siempre los traductores viven a la sombra (y a su costa) de señores de la Iglesia o de la corte para transmitir sus ideas, para enlace con otros poderosos y/o para que los entretengan con narraciones y poesías. Son gente con estudios, que han cursado las siete artes agrupadas en Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y Quadrivium (Geometría, Aritmética, Astronomía y Música) por Marciano Capella a finales del siglo IV. A la hora de traducir, los límites entre el traductor y el autor se van difuminando, así como entre el glosador y el intérprete o comentarista. Una cosa es la traducción y otra la glosa (más común por desconocimiento de vocablos o con notas al margen de cada traductor que a veces llegan a superar al propio texto original). Lo que sí es una constante es que los intelectuales siempre están unidos al poder. Se traducen obras por encargo de los poderosos por diferentes motivos: legales, religiosos, de gusto por la lectura, etc. Asimismo había una serie de autores imprescindibles para cada materia y por ello serían los más traducidos: Prisciano, Donato, Cicerón, Aristóteles, Porfirio, Boecio, Marciano Capella, Higinio, Ptolomeo, Galeno, Graciano… Poco a poco las traducciones se van difundiendo bien por necesidad científica, legal, religiosa, por indicación de consejeros espirituales o bien porque se habían puesto de moda entre los señores o sus consejeros.
CAPÍTULO 2. LA TRADUCCIÓN AL LATÍN
Durante el califato de Abd al-Rahman III (912-961) y de su hijo Al Hakam II (961-976) en Córdoba, se produce un gran florecimiento de los estudios, sobre todo los científicos. Textos traducidos del griego, persa o sirio favorecieron el interés por el estudio de la medicina, las matemáticas y la astronomía. La biblioteca de Córdoba llegó a contar con 400.000 volúmenes. Pero en la Península Ibérica, durante los siglos X y XI hay otros centros de cultura y actividad científica importantes: Zaragoza, Toledo, Badajoz, Sevilla… En esta época, asimismo se incrementan las relaciones diplomáticas del califato cordobés con Bizancio y con el imperio germánico de Otón I, lo que hizo que a mediados del siglo X se empezara a tener noticia en el occidente europeo de la existencia de las ciencias árabes. A la muerte de Al-Hakam II le sucede su hijo Hixam II, dominado por Almanzor, y la desintegración del califato de Córdoba, lo que hizo que muchos estudiosos tuvieran que refugiarse en distintos monasterios de Zaragoza, la Marca Superior (Valle del Ebro) y la Marca Hispánica (del Ebro a los Pirineos). Mención destacada merece el Monasterio de Ripoll, sobre todo la figura de Gerbert de Aurillac (futuro Papa Silvestre II), cuya incansable actividad posibilitó numerosas traducciones de tratados árabes de matemáticas, astronomía y filosofía que se convirtieron en pilares del pensamiento científico en los siglos XI y XII en escuelas tan importantes como la de Chartres.
Destacar la figura de Pedro Alfonso (nombre cristiano del judío Mosé Sefardí, bautizado en Huesca en 1106) que impartió su enseñanza en Inglaterra y Francia y que propuso reducir las materias del Trivium y ampliar las del Quadrivium. Su obra más importante fue la Disciplina clericalis, colección de cuentos orientales, provenientes de máximas y proverbios árabes y de los libros hindúes Sendebar o Calila e Dimna y traducidos al latín, lo que provocó gran difusión entre numerosos clérigos y un nuevo impulso de los relatos breves.
También en esta época merece destacar la actividad traductora de Toledo tras la conquista de esta ciudad por Alfonso VI. A lo largo del siglo XII trabajaron en Toledo al menos trece traductores importantes. El método común de todos ellos ocupaba siempre a dos personas en la traducción, un judío o árabe traducía oralmente a la lengua romance la obra original y la segunda ponía en latín, más o menos correcto y por escrito lo que el traductor le dictaba. En el siglo XIII se abandona paulatinamente la traducción al latín para verter directamente al castellano, dado que los traductores son mayoritariamente súbditos del rey de Castilla Alfonso X.
PARTE II. EL SIGLO XIII
CAPÍTULO 1. NARRATIVA BREVE: TRADUCCIONES, ADAPTACIONES, INTERPRETACIONES
Como se recoge en las conclusiones de este capítulo, se puede hablar de dos núcleos diferenciados referidos a textos breves traducidos en Castilla, cronológicamente datados uno de mediados del siglo XIII y otro de los últimos años del siglo XIV y primera mitad del XV. El primer grupo está formado por traducciones de origen oriental y contenido moralizante o didáctico para la formación de príncipes y el segundo colecciones de exempla en latín reunidas por predicadores (dominicos o franciscanos) y destinados a servir de apoyo en sermones o para la lectura edificante para monjes o laicos.
El profundo cambio que se produjo en la sociedad castellana de finales del siglo XIII, hizo que los textos breves (didácticos, moralizantes, gnómicos) fueran quedando en testimonios del pasado. Se traducen fundamentalmente obras de la tradición oriental (compilaciones de cuentos o relatos breves) o de tradición occidental transmitida por monjes de influencia francesa, inglesa (Odón de Cheritón) e italiana. Destacar las figuras del compilador Clemente Sánchez y de Don Juan Manuel.
CAPÍTULO 2. NARRATIVA BREVE Y LITERATURA GNÓMICA: COLECCIONES DE EXEMPLA ORIENTALES Y OTROS TEXTOS DIDÁCTICOS O MORALIZANTES
Se analizan en este capítulo una serie de textos narrativos, empezando por la Biblia, El libro de los Buenos Proverbios, Los Bocados de Oro, Poridat de poridades, El Calila e Dimna, Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mujeres, Barlaam e Josafat, El filósofo Segundo, el emperador Adriano y Epicteto, Teodor, la doncella, La Fazienda de Ultramar y El Lucidario. Todos ellos son traducciones más o menos fidedignas o con mayores o menores aportaciones de sus traductores o “intérpretes”, de textos originales o ya traducidos que se engloban en los denominados “colecciones de exempla o espejos de príncipes” con finalidad didáctica o moralizante. Todos tienen en común (con más o menos variantes) que son narraciones breves, a veces diálogos o cuentos con animales como protagonistas o princesas o mujeres que se ven sometidas a diferentes avatares, en forma de preguntas y respuestas entre un maestro y un discípulo… Todos ellos recogen conocimientos e influencias de las más diversas procedencias (árabes, hindúes, sirias, de la filosofía griega), alcanzaron gran popularidad en el siglo XIII para la educación entre las clases altas y serán asimismo muy importantes e influyentes en la narrativa posterior que será perfeccionada en El Conde Lucanor o el Lucidario, entre otros.
CAPÍTULO 3. ALFONSO X, TRADUCCIONES Y TRADUCTORES
En este capítulo se hace una breve exposición histórica del contexto en que vivió el rey Alfonso X. Posteriormente se realiza una enumeración de las obras atribuidas al monarca, del scriptorium alfonsí y de los diez códices que se le atribuyen, para pasar a realizar una exposición del método de trabajo que utilizaba el rey (común en esa época y del que ya hemos hablado), el llamado método medieval que utilizaba dos personas en la traducción y a veces uno o varios amanuenses o copistas destacados por su caligrafía como Martín Pérez de Maqueda, entre otros. Se realiza después una reflexión sobre la autoría de las obras que se le atribuyen al rey Alfonso X o de si son de sus colaboradores aunque él ordenara (y pagara, por descontado) la traducción, para terminar exponiendo los tres periodos cronológicos en que se divide su obra.
CAPÍTULO 4. TEXTOS CIENTÍFICOS TRADUCIDOS EN LA EDAD MEDIA
Capítulo dedicado a traducciones científicas. Entre ellas destacan las obras de aritmética provenientes de dos fuentes: Boecio y los árabes. Un Tratado de Aritmética y la obra De Aresmética, son dos obras que, como todas las de origen árabe, conceden gran importancia a las monedas, peso, divisiones, etc. También se traducen obras de música, destacando Gil de Zamora con su tratado latino Ars Musica. Otros libros traducidos son los libros astronómicos, astrológicos y de magia. Libro de las Cruzes, Lapidarios, El libro Conplido, Libros del saber de astrología (Taulas Alfonsíes de cálculo astronómico), de Alfonso X son ejemplos de ellos, así como las Tablas de Zarquiel o Almanaque de Ammonio de Azarquiel, traducido del árabe. En cuanto a la nigromancia, destacan el Picatrix compilado por Norbar el Árabe, el Liber Razielis de Alfonso X, y Libros Teosóficos traducidos por Enrique de Villena. Por último, cabe destacar los tratados médicos y quirúrgicos como el Liber canonis medicinae de Avicena traducido al latín por Gerardo de Cremona, la Capsula ebúrnea de Hipócrates, el Tratado de la peste dentro del Compendio de la humana salud de Johannes de Ketham traducido por Vasco de Taranta y De Febribus del rabino Isaac Judeus.
CAPÍTULO 5. TEXTOS TÉCNICOS TRADUCIDOS EN CASTILLA (SIGLOS XIII-XV)
Destacan los tratados de caza como El libro de los animales que cazan o Libro de Moamin, el Dancus Rex, De Animalibus de Alberto Magno que incluía un tratado de cetrería y el Livro de falcoaria de Pedro Menino. Los tratados de albeitería, como la Practica equorum de Teodorico Borgognoni o la Medicina equorum de Jordanus Rufus y el Llivre del art de menescalia de Manuel Díez de Calatayud, mayordomo de Alfonso V de Aragón. En cuanto a tratados de agricultura destaca De re rustica de Paladio traducido por Ferrer Sayol, el Libro de agricultura de Abu-l-Mutarrif, de traductor anónimo, o la Agricultura general de Gabriel Alonso Herrera. En enciclopedismo, sobre todos los tratados destacan las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, así como Livres dou Tresor de Brunetto Latini y el Breviari d´Amor de Matfré Ermengau. Destacar también los tratados de geografía y libros de viajes como De Terra et partibus de San Isidoro, la Imago Mundi recogida en las Etimologías, el Libro de las Maravillas de Marco Polo mandado traducir por Juan Fernández de Heredia o de Mirabilibus Terrae Santae de Odorico. Finalmente, los tratados de guerra y caballería como las versiones de los Stratagema de Sexto Julio, el Epitoma rei militaris de Vegecio, el Tractatus de insigniis et armis de Bartolus de Sassoferratus, el Tratado de la caballería de Leobardo Bruni y el Arbre des Batailles de Honoré Bouvet.
Todas estas obras (y algunas más) fueron vertidas de diversas lenguas al castellano entre los s. XIII y XV y se verán relegadas a las bibliotecas a la llegada de la imprenta en el s. XVI.
PARTE III. LA TRADUCCIÓN EN EL SIGLO XIV
CAPÍTULO 1. TEXTOS CIENTÍFICOS Y TÉCNICOS TRADUCIDOS EN EL SIGLO XIV
Primeramente se hace un esbozo de la situación política en la Castilla del s. XIV, dominada por las guerras internas. En época de Sancho IV se traduce el Livres del Tresor de Bruneto Latini, la Gran conquista de Ultramar o el Lucidario. También se traducen tratados de aritmética, de astronomía (Almanaque árabe o Libro quadripartito) el Almanaque de Aumeniz o Ammonio, de influencia en relaciones náuticas entre reinos. Tratados de medicina como el Tratado de Patologia de Muhammad al-Jatib, otros ejemplos son Regimiento para conservar la salud, Visita e consejo de médicos, Lilium medicinae de Bernardo Gordonio, la Sevillana medicina y Tratado de flebotomía.
En cuanto a los tratados políticos y de caballería destaca De Regimine principum de Gil de Roma, dedicado a Felipe el Hermoso. Otros tratados sobre agricultura y cetrería son Dancus rex, Guillelmus falconarius o el Tratado de las enfermedades de las aves de caza.
López de Ayala escribió el Libro de la caça de las aves, y tradujo el Libro da Falcoaria de Pero Menino. Este autor junto con el Marqués de Santillana, serán dos de las figuras más importantes de la época.
CAPÍTULO 2. TRADUCCIONES DE TEMA RELIGIOSO
En cuanto a los textos religiosos, destacan las vidas, milagros y dichos de santos que se dividen en relatos breves y relatos extensos. Los más importantes son: Vidas de Sto. Domingo de Guzmán, Sto. Tomás de Aquino, S. Pedro Mártir de Verona, S. Alejo, de Sta. Pelagia y el manuscrito Escurialense con 9 vidas de santos. Por otra parte está la traducción de la Leyenda Aurea de Jacobo de Vorágine y el Viridarium consolationis de Jacobo da Benevento. Entre los libros de visiones y escatológicos merecen destacarse la Visión de Filiberto, la Visión de Túngano y el Purgatorio de S. Patricio. Destacar por fin la figura de Alfonso de Valladolid, gran polemista y autor prolífico del s. XIV. Por último reseñar a Gonzalo de Uceda, traductor de la obra de Ramón Llull, Libro del gentil y de los tres sabios, uno de los primeros textos traducidos del árabe al catalán. El siglo XIV se considera de transición entre la época gloriosa de Alfonso X y la renovación humanística de Juan II. Los traductores, muy influidos por la moda de la época, siguen utilizando la amplificatio y la abreviatio.
CAPÍTULO 3. LITERATURA DE FICCIÓN
En este capítulo es importante destacar el conocimiento que hubo en la Península Ibérica de la Materia de Bretaña (Fuero General de Navarra, Anales Toledanos Primeros, s. XII y XIII) en torno al caballero Tristán, de importancia equiparable al caballero Lancelot, al rey Arturo y la búsqueda del Santo Grial. Respecto a Tristán e Isolda existieron muchas versiones (al menos 4), traducidas a buen número de lenguas europeas. Hubo una versión castellana denominada Flores y Blancaflor.
En cuanto a la Materia de Francia se observa claramente el paso de los relatos de las vidas de santos a los caballerescos o de mujeres calumniadas (Chanson de la reine Sebile).
Materia de Grecia y Roma. Gran difusión en la península de la Leyenda de Troya (Roman de Troie), tanto en prosa como en verso, muy notable fue el Libro de Alexandre (poema de clerecía). De la Chanson de Florence de Rome se pasó a Cuento de Otas de Roma, versión traducida mucho más corta que la obra francesa y a otra obra similar Cuento de una santa emperatriz, de tema ya recogido en las Cantigas de Santa María de Alfonso X.
PARTE IV. LA TRADUCCIÓN EN EL SIGLO XV
CAPÍTULO 1. MATERIALES PARA UNA TAXONOMÍA DE LA TRADUCCIÓN AL CASTELLANO EN EL SIGLO XV
Tipos de traducciones: directas, indirectas, inversas, autotraducciones y retraducciones.
Las directas se realizan al castellano del italiano, francés, provenzal, catalán y griego. La Commedia de Dante, el Decamerón o la Teseida del italiano, el Arbre des batailles del francés, el Breviari d´Amor del provenzal, algunas obras traducidas por Miguel de Cuenca al catalán y el Phaedo de Platón traducido del griego son los ejemplos más significativos.
Las traducciones indirectas son mucho más frecuentes y se realizan de varios idiomas, pasando por latín, italiano o francés al castellano, italiano e incluso al catalán o aragonés.
Del griego se traducen los Libros teosóficos o la Ética a Nicómaco, del latín la Hª de A. Magno, del francés el Libro de las Maravillas de Marco Polo, del portugués las Confessio amantis del libro inglés de John Gower.
Las traducciones inversas son poco significativas, mientras las autotraducciones son traducciones del mismo autor sobre una obra en más de una lengua, destacando Enrique de Villena que redactó en catalán Els treballs de Hércules y después lo trasladó al castellano. Las retraducciones eran traducciones desde el castellano a otras lenguas. La Scala Coeli, el Libro de los engaños de las mujeres o el Llibre del art de menescalia son claros ejemplos.
Citaremos también las adaptaciones, paráfrasis y abreviaciones (canciller López de Ayala versión del Libro de Job y paráfrasis de los Morales de S. Gregoria Magno, Juan de Mena la liada en romance) y las revisiones que intentan mejorar traducciones de obras ya existentes (Ferrer Sayol De re rustica de Paladio, fray Ambrosio de Montesino Vidas de los sanctos religiosos de S. Jerónimo, fray Gonzalo la Ira de Séneca…) y finalmente atribuciones indebidas y plagios (fray Jacobo de Benavente aparece como traductor del Vergel de consolación, cuando fue su autor, a Alonso de Cartagena y otro se les atribuye la traducción de Ethica ad Nicomachum, que en realidad tradujo Nuño de Guzmán, el Canciller Ayala plagia un libro de Pedro Menino en su Libro de la caça de las aves…
CAPÍTULO 2. ACERCA DE LA TRADUCCIÓN EN CASTILLA EN EL SIGLO XV
El siglo XV está marcado por una serie de hitos históricos como el Concilio de Basilea, el matrimonio de los R.R.C.C., la llegada de la imprenta a Castilla o la conquista de Granada. La traducción exige contacto cultural, lo que da lugar a influencias y modificaciones de textos originales mediante las artes poéticas (Mester de Clerecía). Francia se convierte así en referencia literaria y cultural para Castilla, pero también influye la apertura hacia Portugal y Aviñón (sede del Papado). La llegada de la imprenta supuso una creciente demanda de textos traducidos y originales por el aumento del número de lectores y las ansias económicas de los impresores. Se pueden dividir los textos traducidos en religiosos (Biblia, vidas de santos, sermones…) y profanos (trívium y quadrivium, textos técnicos, literarios, históricos…). Puede decirse que en el siglo XV hubo una gran actividad traductora, destacando el Marqués de Santillana como gran promotor de la traducción. En cuanto a los traductores, su número se acercará a los cien, y de entre ellos hay religiosos (Vasco Ramírez de Guzmán) y laicos (Pero López de Ayala), además de algún judío.
CAPÍTULO 3. PROMOTORES Y DESTINATARIOS DE TRADUCCIONES
En cuanto a los promotores o mecenas destacan el rey Juan II de Castilla o el Marqués de Santillana, en cuanto a los traductores figuras como el Canciller Ayala o Enrique de Villena. Se observa en el siglo XV un interés creciente de los laicos por la cultura por un aumento del deseo de la lectura privada, lo que da lugar a un aumento de las bibliotecas entre los nobles (los Mendoza, Zúñiga, Pimentel…), pues el libro se ha convertido en un símbolo de poder. Así, entre los nobles se intentan conseguir libros de “categoría” y sirva como ejemplo que dos antagonistas como el Marqués de Santillana y Álvaro de Luna, encarguen a la vez traducir al castellano el Arbre des Batailles de Honoré Bouvet. Las empresas italianas de la corona de Castilla supusieron un acercamiento a Italia, frente a la francofilia anterior.
En cuanto a los destinatarios suelen ser los monarcas, la nobleza y el alto clero, resultando en algunos casos de monarcas y nobles que no mandaron traducir ni una sola obra de contenido religioso o bíblico. La renovación intelectual llegó de manos de los reyes y de la aristocracia como signo de distinción.
CAPÍTULO 4. A PROPÓSITO DE LAS TRADUCCIONES DEL FRANCÉS Y PROVENZAL
En cuanto a las traducciones del francés destaca Livres dou Tresor de Brunetto Latini, obra de carácter enciclopédico de gran éxito entre la nobleza y hombres cultos de la época, traducida al castellano, catalán e incluso al aragonés. Del francés al catalán destaca el Breviari d´Amor de Matfré Ermengau, extenso poema provenzal. En cuanto a poemas destaca el Quadrílogo Inventivo de Alain Chartrier, autor muy prolífico del que se conservan distintas obras. El Arbre des Batailles de Honoré Bouvet, compendio de derecho bélico, es otra obra destacada de gran difusión por Europa y de la cual el Marqués de Santillana encarga una traducción a Antón Zorita.
CAPÍTULO 5. NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS TRADUCCIONES DEL ITALIANO
Los autores italianos más importantes en España en los siglos XII y XIII son Gerardo de Cremona, Bonaventura de Siena, Bonifaci Calvo o Brunetto Latini. Posteriormente lo único destacable sería Bonifaci Calvo, colaborador del Cancionero de Baena. Se tradujeron textos del italiano de Dante (Divina Comedia), Boccaccio (De casibus virorum illustrium, De genealogía deorum, La Fiammetta…), Leonardo Bruni o Gianozzo Manetti (Ludus de morte Claudii de Séneca), entre otros. Existe un hecho histórico fundamental para la apertura de Castilla hacia Italia que fue el compromiso de Caspe que convirtió a Fernando en rey de Aragón. La expansión aragonesa por Italia condicionó las relaciones con los autores y traductores italianos que hemos citado, sobre todo la figura de Nuño de Guzmán, que conoció a varios de ellos y al Marqués de Santillana, gran difusor de las obras italianas y de procedencia clásica en Castilla.
PARTE V. HACIA NUEVOS TIEMPOS
CAPÍTULO 1. ENTRE TRUJIMANES Y FARAUTES
En este capítulo se aborda la labor de los intermediarios en la comunicación oral, intérpretes imprescindibles para los viajeros que van a tierras lejanas. Pero como no siempre se encontraban, muchos viajeros se vieron empujados a aprender diversas lenguas (los latinados). Muchos de éstos eran “moros latinados”, como Avengalvón en el Poema del Cid, o Golián en Rollan a Saragossa.
Los conocedores de las lenguas orientales se denominaban trujimanes (Roboán en el Libro del Caballero Zifar), sinónimo de lengua (acepción de intérprete) que suele entenderse como enterpretador o persona que explica el texto, que en algunos libros de caballería se denomina faraute. El aclarador o glosador suele añadir de su cosecha aclaraciones, comentarios, moralidades…
Hay que diferenciar también entre traductor (trabajo por escrito) e intérprete (traduce oralmente). La figura del mensajero se asemeja a portador de mensajes, pero en ocasiones puede convertirse en simple alcahuete o chismoso más que en un intermediario lingüístico.
CAPÍTULO 2. LAS BUCÓLICAS DE JUAN DEL ENCINA
Desde el s. XIII se pueden leer en castellano versiones de textos clásicos, pero a lo largo del s. XIV hay una crisis notable de las traducciones, salvada sobre todo por el aragonés Juan Fernández de Heredia y Pero López de Ayala. Posteriormente, el Marqués de Santillana, Alonso de Cartagena o Pedro Díaz de Toledo serán imprescindibles como promotores de traducciones. Casi todos ellos siguen utilizando intermediarios franceses para verter versiones de libros antiguos escritos o ya traducidos del latín o italiano.
Posteriormente será Juan de Fermoselle, conocido como Juan del Encina y que será autor del Cancionero del que forma parte la traducción de las Bucólicas, dedicado a los R.R. C.C. En el prólogo casi pide perdón por haberse atrevido con la traducción del gran poeta Virgilio y en los argumentos actualiza el significado de algunas églogas. En cuanto a la traducción, J. del Encina utiliza el verso para traducir verso, recurre al “estilo pastoril” y actualiza contenidos dándole un carácter poético frente al utilitario usado hasta el momento. Manifiesta su concepto de “estilo pastoril” utilizando el verso de arte menor, con octosílabos de pie quebrado. La actualización de contenidos, utilizando léxico local y refranes, cambiando nombres y lugares por los actuales tiene como fin adaptar el texto al público de su época. Todo esto hace que Juan del Encina y Lucas Fernández se conviertan en precursores del teatro en el Siglo de Oro y en que la lectura de versos y de los clásicos se haga por puro deleite.
CAPÍTULO 3. PET. Y ÁLVAR G. DE GUAD.: A PROPÓSITO DE LA TRADUCCIÓN DEL TRIONFO D´AMORE
Hay un hecho significativo en cuanto al retraso cultural de Castilla que hasta la segunda mitad del s. XV no empieza a recibir a Petrarca que había llegado a otros sitios 50 años antes. De Petrarca en el siglo aludido se traducen los Trionfi (dos traducciones en octosílabos con rimas agudas, así como otra de Álvar Gómez recogida al menos en parte en los cancioneros de Híjar, Lantanosa y Gallardo), De vita solitaria, la Invective contra medicum y Griseldis, fundamentalmente. El Triunfo de Amor en la versión de Álvar Gómez se sitúa en un ambiente pre-renacentista, hacia 1510, en la corte de los Mendoza de Guadalajara. Poco a poco se van viendo signos de que Castilla se incorpora Al Renacimiento.
A continuación vienen en el libro 6 Excursos en los que se profundiza en algunas cuestiones o algunas traducciones de textos ya citados en los capítulos, como el Sendebar, el Libro de Apolonio, Alfonso X, el Libro del Tesoro, la Materia de Bretaña o Dante.
CONCLUSIÓN
El texto aquí analizado es un conjunto de diferentes artículos de varios autores. Es un compendio bastante exhaustivo y que nos proporciona una visión fidedigna de los principales libros traducidos durante los siglos XIII al XV (fundamentalmente).
Se analiza tanto el método de traducción (generalmente llevado a cabo por dos personas, traductor e intérprete), los traductores (siempre personas cultas, monjes o seglares vinculados con monasterios o nobles que encargan y sufragan las traducciones) y las principales obras traducidas en el periodo que nos ocupa. Asimismo se pasa de traducir de cualquier lengua al latín para dejar el uso de esta lengua y acabar traduciendo directamente a las lenguas romances de la Península Ibérica (castellano, catalán, aragonés, portugués…).
En cuanto a las obras traducidas se hace una visión exhaustiva de las mismas, empezando por las más antiguas de origen oriental, griego y árabe, para pasar después por una época de clara influencia francesa (vinculada a Aviñón) y finalizando con obras de clara influencia italiana.
A pesar de que su análisis resulta arduo en algunos momentos, considero que es un libro completo y formativo que ayuda a tener una visión exacta de los principales textos traducidos en la Edad Media y que contribuyeron al nacimiento y desarrollo de las lenguas romances.